No eran las mejores condiciones para ello. Llevo desde finales de semana con el cuerpo destemplado. Al despertar ayer sábado la cosa fue a peor. La fiebre era ya insoportable, aumentada con la calor que ya dificulta hasta dormir con normalidad. A pesar del malestar tuve que levantarme porque tenía que arreglar un par de asuntos fuera de casa. Me encontré de camino con un amigo, y por no hacerle el feo entré en un bar con él a tomarme algo. De repente se fue la luz, la gente de la puerta señalando a una nube de humo que se levantaba en la lejanía y nos enteramos -con datos algo distorsionados- de que había pasado esto. Llamadas telefónicas tranquilizadoras que se suceden mientras el contraste entre frío del refresco y mi estado corporal se hace cada vez más patente.
Con todo esto, lo lógico hubiera sido acostarse a pasar el día sin más. Pero, con lo poco que se prodigan los vascos Lisabö (foto), y menos por el sur, no iba a dejar que unas (muchas) décimas de más me impidieran verlos. Así que tras comer algo, directo hacia Sevilla y al piso de unos amigos a ver el partido de España. Al terminar, éstos ante una tarde de aburrimiento (no se iban a poner a estudiar, claro) se decidieron a acompañarme al concierto a pesar de que nunca me dejan poner ninguno de mis cd's en los coches... aunque de camino para los remedios estuvieron a punto de arrepentirse al decirles que éstos cantaban en euskera, jeje. La cosa es que dentro del salón de actos de la Politécnica el calor era ya de rigor, y el poco rato al que llegamos de los Hiroshima a éstos no les agradó mucho (a mí sí, aunque estuve más tiempo en el baño tomándome un efferalgan). Pero en el descanso les convencí de que a Lisabö había que verlos, que su último disco "Ezlekuak" era una maravilla, que había que ver esa potencia rítmica de sus dos baterías, esas guitarras demoledoras, esos in crescendos sonoros, esos gritos rabiosos que te angustian y te someten a una desgarradora tensión. Eso había que verlo. Y lo vimos. Y no defraudó ni un ápice, pues a todo lo que esperaba se unió que verlo todo escenificado delante tuya con esa poderosa actitud lo hizo todo más intenso e inenarrable.
A mis amigos no les gustó demasiado. A mí me encantó. Y eso que las condiciones no eran las más idóneas. Hoy estoy fatal. Pero peor estaría si me lo hubiera perdido. Fiebres a mí, já!
2 comentarios:
vaya, no me había enterado de lo del accidente.
el concierto sí que mereció la pena, hasta con 40 de fiebre. porque vaya intensidad.
!si es que el aire es para los pájaros!
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