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De lo último que le estoy grabando (aprovechando que sus padres van a visitarlo en unas semanas) son discos no muy nuevos (bueno, alguno reciente le he metido) entre el que destaco uno que llevo meses reescuchando y ante el que siento gran admiración: el jodidamente bueno Doce canciones sin piedad, de 091 (foto). No sé si lo tendrá ya, ya que le pasé hace ya mucho tiempo el Último concierto y, cuando salió, el En otro tiempo, en otro lugar de Lapido. Y es que ya es de justicia que los granadinos tengan un mayor protagonismo y reconocimiento en el status musical de este país.
Cualquiera de las 12 canciones que lo componen hacen palidecer (y debería llevar a refexión) a cualquiera de los grupos y pseudo-productos que dicen hacer rock en la actualidad. Las letras de Lapido (rabiosas y poéticas a más no poder) viajan arropadas por un caparazón sonoro deudor de muchos grupos de los sesenta/setenta pero con una clara personalidad propia. Fechado en 1989, hoy día suena vivo y directo, no como tantos y tantos discos de la época. Podría destacar alguna de ellas, pero es el resultado global del mismo el que lo convierte en una auténtica y atemporal obra maestra. Ya decían ellos con una afilada ironía fatalista que nadie encuentra lo que busca, pero si lo que se quiere encontrar es un disco de rock con mayúsculas aquí tendrá un hallazgo inequívoco.
1 comentario:
ojeo a blacanova, no está mal...en el flog,blog algo diré
nos vemos
ya son tres!
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