19.5.08

Corriendo al borde del abismo

El otro día estuve hablando por teléfono con mi amigo Franco, con el que tengo menos contacto del que desearía desde que se las gana en el Reino Unido aportando algo de calidad a la (muy mejorable) comida de las islas. El motivo de la llamada no fue muy alegre (tuve que comunicarle la muerte del padre de un amigo), pero aproveché para comentar algunas cosas que se nos pasaron en su breve última escapada. De mis amigos, con él es con quién tengo una mayor afinidad personal y cultural (ya fue fundador/guitarrista de nuestro grupo de juventud), y grabándonos o intercambiándonos discos he llegado a descubrir/entender a una infinidad de bandas. De hecho, una de las cosas que echo de menos son las largas tardes lluviosas de sábado que dedicábamos a ver (acompañamiento de alcohol y tabaco incluido) por enésima vez The Last Waltz, con múltiples moviolas de por medio, haciendo tiempo para irnos a un bar.

De lo último que le estoy grabando (aprovechando que sus padres van a visitarlo en unas semanas) son discos no muy nuevos (bueno, alguno reciente le he metido) entre el que destaco uno que llevo meses reescuchando y ante el que siento gran admiración: el jodidamente bueno Doce canciones sin piedad, de 091 (foto). No sé si lo tendrá ya, ya que le pasé hace ya mucho tiempo el Último concierto y, cuando salió, el En otro tiempo, en otro lugar de Lapido. Y es que ya es de justicia que los granadinos tengan un mayor protagonismo y reconocimiento en el status musical de este país.

Cualquiera de las 12 canciones que lo componen hacen palidecer (y debería llevar a refexión) a cualquiera de los grupos y pseudo-productos que dicen hacer rock en la actualidad. Las letras de Lapido (rabiosas y poéticas a más no poder) viajan arropadas por un caparazón sonoro deudor de muchos grupos de los sesenta/setenta pero con una clara personalidad propia. Fechado en 1989, hoy día suena vivo y directo, no como tantos y tantos discos de la época. Podría destacar alguna de ellas, pero es el resultado global del mismo el que lo convierte en una auténtica y atemporal obra maestra. Ya decían ellos con una afilada ironía fatalista que nadie encuentra lo que busca, pero si lo que se quiere encontrar es un disco de rock con mayúsculas aquí tendrá un hallazgo inequívoco.

1 comentario:

ll dijo...

ojeo a blacanova, no está mal...en el flog,blog algo diré
nos vemos
ya son tres!