Pasados ya varios días toca el momento de plasmar en unas líneas -aún consciente de la dificultad que encierra el exteriorizar, más que recuerdos, sensaciones- lo que viví en El Alternador, festival de música de Montellano que celebró el viernes 1 de abril su sexta edición. Este evento siempre lo he concebido como un festival utópico, una ilusión inimaginable años atrás, pero que con humildad, criterio propio y coherencia artística (pese a las dificultades y contínua adaptación a las circunstancias sobrevenidas que lo han azotado en su travesía -llegando incluso a no poder celebrarse el pasado año-), ha podido con esfuerzo y empuje acercar en los últimos años a una localidad de poco más de siete mil habitantes propuestas musicales tan interesantes como las de Sr. Chinarro, José Ignacio Lapido, Aroah, Cuchillo, The Unfinished Sympathy, Marina Gallardo, Maga, Tarik y la Fábrica de Colores, Remate, Los Punsetes, La Costa Brava o Blacanova, entre otros muchos nombres, a los que desde hoy hay que añadir los que componían el cartel de esta edición de 2011: Matt Elliott, Wild Honey, (lo:muêso) y Soledad Vélez. Llevar todo esto al frío parpadeo del cursor es harto difícil, pero allá vamos con el intento.
Atesorar una voz portentosa puede abrir puertas, pero el impacto inicial se evapora de forma rauda si no agrega algún otro sustento, que a ese poderío vocal acompañe un discurso artístico, tener algo que decir. Por este mismo recinto en años precedentes han pasado nombres como Irene Tremblay (Aroah) o Marina Gallardo, claros ejemplos de a lo que me refiero, fragilidad con capacidad de hacerse gigante en el escenario con el único (y, ay, tan difícil) parapeto sónico de una poderosa voz y unas composiciones que te golpean, que te erizan la piel. En una palabra, personalidad. La chilena Soledad Vélez, que abrió las actuaciones mientras empezaba a caer la noche, demostró que es poseedora de un excepcional dominio de su voz, delicada y contundente, que remite a tótems como Chan Marshall o Josephine Foster, pero también de un buen puñado de bellas canciones de sencilla estructura pero sumamente directas. Con aparente timidez en los intervalos entre canción y canción, pero clara firmeza al empezar a sonar los primeros acordes de su guitarra o ukelele, fue desplegando, con el acompañamiento de Jesús de Santos (Polar) a la guitarra y percusiones, un repertorio que integró desde temas ya conocidos (genial 'Josephine', canción dedicada a su hermana, con el cómplice acompañamiento del público para sobrevolar el Atlántico) a temas que formarán parte de su próxima referencia, 'Black Light In The Forest' ('Spectrum', 'It's love'), que Sello Salvaje sacará en breve. Personalmente destaco la sugestiva 'It wasn't me', extremadamente básica pero que con su apacible balanceo transmite una tremenda atracción (¿hemos hablado antes de personalidad?). Únicamente añadir que se le augura un futuro esplendoroso y, como reconoció el respetable con sus sinceros aplausos al diluirse los loops de 'Secret Sisters', canción que cerró su concierto, una apasionada legión dispuesta a comprobarlo.
Las composiciones de Matt Elliott son un tratado sobre el dolor, el desamparo y la angustia. Textos con conciencia social que pretenden agitar la adormedida existencia de una generación abocada al fracaso. Naufragios estremecedores que desembocan en atronadores aullidos de asfixia liberadora, oscuros lamentos de desesperación con los que purgar los demonios internos. En Montellano, iniciando la gira hispano-portuguesa con motivo de la reedición en vinilo de su aclamada trilogía ('Drinking Songs', 'Failing Songs' y 'Howling Songs'), Elliott puso todo ello en práctica brindando a los presentes una actuación puramente emocional, honesta e íntima, de las que tocan fibra y se es plenamente consciente de su magnitud, aún con el corazón en un puño. Con un excepcional dominio de guitarra y voz, amén de una sucesión de pedales que iban expulsando loops revistiendo cada tema en un crescendo multiplicador de la intensidad latente en el ambiente, nos dejó petrificados y bien pegados a los asientos admirando cada rasgueo o sufriente sacudida. Con sobria contención fue interpretando, enlazando algunas de ellas sin permitirnos un descanso, canciones tan incontestables como 'Something about ghosts', 'The Kursk' o 'The Kübler Ross model', transitando senderos que iban desde la calma sensible al vigor sobrecogedor, profundo itinerario culminado por el momento catártico de explosión electrónica que liberó con 'The made we messed', tema al que a una endiablada base ruidista fue superponiendo, capa a capa, sonidos que lanzaba intercambiando instrumentos (guitarra, melódica, flautas), para aderezarlo con unos desgarradores gritos que te ponían la piel de gallina. Desasosegante y a la vez plácido escalofrío que bordó un show de alta, altísima altura. Enorme. En pie.
Las composiciones de Matt Elliott son un tratado sobre el dolor, el desamparo y la angustia. Textos con conciencia social que pretenden agitar la adormedida existencia de una generación abocada al fracaso. Naufragios estremecedores que desembocan en atronadores aullidos de asfixia liberadora, oscuros lamentos de desesperación con los que purgar los demonios internos. En Montellano, iniciando la gira hispano-portuguesa con motivo de la reedición en vinilo de su aclamada trilogía ('Drinking Songs', 'Failing Songs' y 'Howling Songs'), Elliott puso todo ello en práctica brindando a los presentes una actuación puramente emocional, honesta e íntima, de las que tocan fibra y se es plenamente consciente de su magnitud, aún con el corazón en un puño. Con un excepcional dominio de guitarra y voz, amén de una sucesión de pedales que iban expulsando loops revistiendo cada tema en un crescendo multiplicador de la intensidad latente en el ambiente, nos dejó petrificados y bien pegados a los asientos admirando cada rasgueo o sufriente sacudida. Con sobria contención fue interpretando, enlazando algunas de ellas sin permitirnos un descanso, canciones tan incontestables como 'Something about ghosts', 'The Kursk' o 'The Kübler Ross model', transitando senderos que iban desde la calma sensible al vigor sobrecogedor, profundo itinerario culminado por el momento catártico de explosión electrónica que liberó con 'The made we messed', tema al que a una endiablada base ruidista fue superponiendo, capa a capa, sonidos que lanzaba intercambiando instrumentos (guitarra, melódica, flautas), para aderezarlo con unos desgarradores gritos que te ponían la piel de gallina. Desasosegante y a la vez plácido escalofrío que bordó un show de alta, altísima altura. Enorme. En pie.
Tras la vibrante oscuridad de Matt Elliott le tocaba el turno a Wild Honey para llenar la sala de luminosa sonoridad. Con sólo un disco largo, 'Epic Handshakes and a Bear Hug', y dos referencias de corta duración (el EP 'Wild Honey' y el single en vinilo de 7'' 'Diamond Mountain'), la banda de Guillermo Farré tiene en su haber un amplio muestrario de majestuosas canciones rebosantes de brillantes melodías y exquisitos arreglos mimando los detalles, abanderadas por evocadores juegos vocales, que destilan elegancia y aroma al mejor pop clásico. Composiciones que ejecutadas en vivo conforman un hermoso ejercicio de sensibilidad musical que desde ya estoy deseoso de revivir. A Guillermo (voz, guitarra y ukelele), le acompañaban en esta ocasión Ana, Javier y Cristina, completando una formación que engalanaron unos temas de por sí redondos con sugerentes coros, guitarras, banjo, melódica, xilófono, pandereta, percusiones, programaciones, samplers, etc., dotándolas de cuerpo, color y magia. 'Isabella', '1918-1920', 'Whistling Rivalry', 'My bride in black gloves', 'To steal a piece of art', 'Diamond Mountain', 'Field of Little Head', además de algún tema nuevo con una pinta estupenda, fueron sucediéndose en una actuación impecable y cercana. A destacar la preciosa recreación de dos temas que marcan a las claras las influencias del grupo: los sonidos de la costa oeste californiana con la conexión Brian Wilson-Van Dyke Parks en 'Heroes and Villains' (The Beach Boys) y la cadencia tropicalista con la deliciosa 'Ave, Lúcifer' de los brasileños Os Mutantes. Muy grandes.
Cuando los catalanes (lo:muêso) se subieron al escenario entre las paredes de 'La Fábrica' ya se habían manifestado grandes dosis de intensidad, pero ellos venían dispuestos a desatar la tormenta y tenían a punto las armas precisas para activar una detonación bárbara. Con sus Marshalls bien altos y una entrega brutal fueron enlazando, sin más pausa que el agradecimiento a los presentes, canciones tan rotundas como 'Triangle de Tartàglia', 'Flaco Favor', ''Wet'Incesante guitarreo, gritos quebrados y perfección rítmicaapabullante rodillo recibido con entusiasmo colectivoy c
Tras ellos y la energía flotante en el ambiente, le llegó el turno a la sesión de 'La Alegre Factoría de la Helvética Voladora Dj's', ya presentes toda la noche en las pausas entre conciertos, que pusieron banda sonora a los últimos momentos de la noche, repletos de saludos, abrazos, despedidas, compras (este año había un amplio stock de vinilos a la venta), compulsiva ingesta de bebida y, ante todo, honda satisfacción, esperando que estas gratas sensaciones de íntima emoción no tarden demasiado en volver a repetirse.
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4 comentarios:
Que buena crítica para los que no pudimos ir. Y que forma de ponernos los dientes largos....
Hay personas que entienden de música y otras que saben conjugar las letras. ¡ Qué pocas veces se ven las dos cosas en la misma persona ¡ Felicidades por el texto, trasmite la emoción de lo que allí se pudo vivir
Vaya, muchísimas gracias por tus palabras.
La verdad es que lo pasamos genial, con la intimidad del sitio y unos grupos que, tanto en lo musical como en el trato personal, rayaron a gran altura. Esperemos que se pueda seguir celebrando otro año y que podáis estar aquí acompañándonos.
Saludos a toda la familia Lúa Gramer!
Con esta cronica sobran periodistas musicales en Montellano. el elenco de artistas que han pasado por nuestro humilde pueblo, dice a las claras el esfuerzo que se hace por continuar con esta bendita locura.
Gracias Javi! Y sí, orgullo de lista que ojalá pueda sumar muchos otros nombres en el futuro.
Un abrazo!
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