Hace años era lector conpulsivo de El jueves. Con el tiempo lo compraba sólo de vez en cuando, los extras principalmente, y ahora ni me acuerdo de cuando me pasé por el último (eso sí, lo rapiñeaba cuando podía de los pisos de mis amigos o lo ojeaba en el Vips). De las cosas por las que quizás me arrepiento de esto es por perderme las historias de algunos de sus dibujantes (vamos lo que leo cuando tengo uno entre manos) que me parecen verdaderos genios, como el humor bestia, catódico y freak de Pedro Vera, la aguda visión analítica de Mauro Entrialgo, las sátiras críticas a la sociedad actual (y, según nos va, cada vez más cercanas a la realidad) de Miguel Brieva, y sobre todos, el parásito Silvio José de Paco Álcázar, un entrañable gañán que explota a su padre mientras lo acusa de todas sus desgracias (aunque desde su escala de prioridades la primera sea no poder comprar el último videojuego del momento).
Así las cosas, y tras varias personas que me habían hablado muy bien de él, cuando el otro día pasé por La Fuga no pude reprimir mis instintos consumistas y me compré El manual de mi mente (Reservoir Books; Mondadori) de éste último, recopilatorio de historias de seres suicidas y autodestructivos en un mundo surreal y cotidiano como la vida misma, que llevo días disfrutando sobremanera.
De tal colección destacar la serie Mecanismo Blanco, en la que el neurocirujano (y repartidor de pizzas) Lázaro intenta dignificar una profesión mal vista hasta desde otras dimensiones planetarias (¿porqué será?); su descendiente Antesdeldesatre, la vida de los seres de Coscotrón en su dura adaptación a la nariz del Dr. Somoza; Todo está perdido, tribulaciones de la famila Pérez, cínicos paranoicos con un perro con una vagina adosada con vida propia, vecinos que mutan en otros vecinos, tumores centinelas, tebeos kamikazes que dan sabios consejos y una huida liberatoria que da lugar a un accidente perpetuo, y un sinfín de retales esperpénticos de una originalidad supina que pone en relieve que la mente de Paco Alcázar es de lo más lúcido (o turbio, o las dos cosas, qué importa) del panorama nacional, y eso es un hecho a celebrar. ¡Tremendo libraco oigan!.
p.d.: mata a los cerdos! mata a los cerdos!!!!
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