ya soy tierra mojada en mi interior.
ojalá de mi carne brote una flor.
ojalá de mi carne brote una flor.
A Blacanova le tengo un enorme cariño, lo que me dificulta hablar/escribir de ellos racionando elogios. Pero con cada paso que dan uno gustosamente recae ante el teclado a sabiendas de que toda alabanza que les lance posee total merecimiento, si acaso se queda corta. Si pienso en cómo sus canciones me fueron atrapando desde la escucha de las primerizas grabaciones maqueteras subidas a su myspace. Cuando se suceden instantes de la más de media docena de veces que -hasta el momento- les he visto tocar. El impacto de la primera audición de 'Los remedios'. Al rememorar, con evidentes tintes personales, aquella actuación en Montellano respaldados por la proyección de 'La pasión de Juana de Arco' de Dreyer, cuya actriz derramaba lágrimas a la cadencia que ellos desplegaban su arsenal sonoro. O la última ocasión en el SIF Fest interpretando su repertorio con una solidez bárbara. Y me invade una extraña mezcla de emociones compactadas. Y tomo conciencia de la magnitud de las diez canciones que conforman su primer disco largo, ante el que llevo rendido de admiración ya unos meses. Lo han conseguido. Se lo merecen todo.
Tras tres EPs excelsos ('Monja', 'Perro', 'Madre'), 'Blacanova' (Foehn Records) es el producto evolutivo de el cómo, con enfermiza persistencia, han ido moldeando su criatura hasta armar el robusto caparazón sónico que son hoy. Una banda firmemente conjuntada que ha parido desde su interior un trabajo brillante, con identidad propia, que supura emoción y dolor en sus justas dosis. Abanderando el pujante shoegaze patrio, Blacanova despliegan un sonido oscuro, denso y envolvente, de intensas guitarras que se entrelazan creando atmósferas bajo las que arropan ricos relatos surgidos de su particular imaginario, un fantasmagórico collage colmado de sobrecogedoras ensoñaciones en las que conviven seres, tan cercanos como hirientes, que suscitan desasosiego y una siniestra ternura. Con sus obsesiones y tendencias autodestructivas. Con la dependiente sumisión a la que se aferran en la persecución de su 'felicidad'. Desencadenando sensaciones extremas que ponen en alerta nuestros sentidos. Miles de puertas abiertas hacia las que disparar la imaginación.
Los sevillanos exponen en su primer LP un muestrario de canciones que no admiten la escucha superficial, se adhieren a nuestra piel penetrando en las entrañas hasta que la angustia te oprime el corazón. Con un sonido más definido (surgido en el seno de La Mina, estudios de Raúl Pérez, en los que se grabó el álbum), atemperando la descargas ruidistas y dotando de mayor calidez la bruma ambiental, hace que ganen en presencia la combinación de las voces, susurros que se deslizan con delicadeza entre la nebulosa rítmica embriagando unas composiciones cuyas letras, más allá de las truculentas historias que encierran, poseen una altísima calidad poética. Junto a temas ya conocidos ('Fátima', 'Bonito agujero', 'Un santo oscuro' -tremendo el lento desarrollo de ésta última, cargado de profundidad-) que no son un simple lavado de cara sino que han mutado sin perder su singular luz propia, hay nuevas composiciones de altura como la hipnótica 'Serie b' que abre el álbum, la oscura 'Debe ser' que transita con inquietante contención hasta liberar la tormenta, 'Desgracia' (tema que será protagonista de su próximo videoclip) o la lírica 'Los buenos días', sobre las que destaco la impactante 'La piel dura', cuyas primeras líneas remiten indefectiblemente a la imagen del pequeño Gregory de la película de Truffaut precipitándose al vacío, derivando la narración hacia momentos inconexos de una turbia relación que esconde, como no podía ser de otra forma, un sádico final tan marca de la casa ('morir en la bañera siempre fue cosa de dos. el morado en tus mejillas me sienta mejor'), todo regado del poso melancólico que le otorgan unos vaporosos coros y la tensión latente que despide el sonido del teclado omnipresente en el corte. Hermosísima muestra de una armería provista de exquisita munición que se sobra de diez detonaciones para alcanzar con éxito (de nuevo) su objetivo apuntado. Ha vuelto a ocurrir... y cada toma es aún mejor.
En definitiva, un disco mayúsculo, grandioso, mágico, de una banda que ha iniciado un despegue que no atisba límites. No dejen pasar a Blacanova sin asirse con fuerza a su estela.
Los sevillanos exponen en su primer LP un muestrario de canciones que no admiten la escucha superficial, se adhieren a nuestra piel penetrando en las entrañas hasta que la angustia te oprime el corazón. Con un sonido más definido (surgido en el seno de La Mina, estudios de Raúl Pérez, en los que se grabó el álbum), atemperando la descargas ruidistas y dotando de mayor calidez la bruma ambiental, hace que ganen en presencia la combinación de las voces, susurros que se deslizan con delicadeza entre la nebulosa rítmica embriagando unas composiciones cuyas letras, más allá de las truculentas historias que encierran, poseen una altísima calidad poética. Junto a temas ya conocidos ('Fátima', 'Bonito agujero', 'Un santo oscuro' -tremendo el lento desarrollo de ésta última, cargado de profundidad-) que no son un simple lavado de cara sino que han mutado sin perder su singular luz propia, hay nuevas composiciones de altura como la hipnótica 'Serie b' que abre el álbum, la oscura 'Debe ser' que transita con inquietante contención hasta liberar la tormenta, 'Desgracia' (tema que será protagonista de su próximo videoclip) o la lírica 'Los buenos días', sobre las que destaco la impactante 'La piel dura', cuyas primeras líneas remiten indefectiblemente a la imagen del pequeño Gregory de la película de Truffaut precipitándose al vacío, derivando la narración hacia momentos inconexos de una turbia relación que esconde, como no podía ser de otra forma, un sádico final tan marca de la casa ('morir en la bañera siempre fue cosa de dos. el morado en tus mejillas me sienta mejor'), todo regado del poso melancólico que le otorgan unos vaporosos coros y la tensión latente que despide el sonido del teclado omnipresente en el corte. Hermosísima muestra de una armería provista de exquisita munición que se sobra de diez detonaciones para alcanzar con éxito (de nuevo) su objetivo apuntado. Ha vuelto a ocurrir... y cada toma es aún mejor.
En definitiva, un disco mayúsculo, grandioso, mágico, de una banda que ha iniciado un despegue que no atisba límites. No dejen pasar a Blacanova sin asirse con fuerza a su estela.